¿POR QUÉ DIOS PERMITE EL MAL Y QUE TRIUNFEN LOS MALOS?
A pesar de las
interrogantes, es importante destacar que hay conciencia de decir “El permite
demasiadas cosas”. Desde ese punto de vista, inconscientemente estamos diciendo
que Dios no causa, no es responsable. En efecto, es así, siendo Dios
infinitamente bueno, siendo El toda Bondad, todo Misericordia, y la perfección
misma, no puede ser causante del mal, El es Bueno.
Dios lo ha hecho todo
bien y causa todo los bueno que tenemos. Pero nuestra pregunta se repite
siempre, ¿Entonces si Dios no quiere el mal, porque permite que exista?
Dios nos hizo seres
libres, y nosotros podemos elegir libremente vivir en el bien o vivir en el
mal. Por otra parte debemos darnos cuenta que Él quiere que lleguemos a
conocerlo en libertad.
Sin embargo aún sigue
la pregunta, ¿pero porque Dios no le pone atajo al mal, porque permite que
exista?
Dios nos hizo hombres
libres y así deja que el hombre se regule por sus leyes y formas de vida. Así
mismo, el hombre tiene además la libertad para que exista el mal, esto es, la
existencia del mal desde siempre es responsabilidad el hombre, que no ha
querido usar bien el más valioso regalo de Dios, la libertad.
“Desde los días de
vuestros padres venís apartándoos de mis preceptos y no los observáis. Volveos
a mí y yo me volveré a vosotros, dice Yahvé Sebaot. - Decís: ¿En qué hemos de
volver? - ¿Puede un hombre defraudar a Dios? ¡Pues vosotros me defraudáis a mí!
- Y aún decís: ¿En qué te hemos defraudado? (Malaquías (Sagrada Biblia de
Jerusalén) 3, 7:8)
Y así es como el mal
en el mundo no es fruto de la Voluntad de Dios, sino del mal uso que hemos
dispuesto de la libertad que Dios nos regaló.
Dios no manda a
matar, ni a robar, ni a explotar a nadie, al contrario nos pide vivir en paz
con todos. Pero el hombre a querido dejarse dominar por la soberbia, dejarse
llevar por el orgullo, el hombre libremente es egoísta y no quiere compartir
con otros los que cree suyo y no reconoce lo que Dios le da, la mentira ha
pasado a ser un modo de vida, la ambición se ha enquistado en muchas almas, de
tal modo que la maldad crece en el corazón creando el desamor por sus
semejantes, impulsado la violencia y permitiendo la injusticia, males con los
cuales ya nos vamos acostumbrando a convivir con ellos.
La Voluntad de Dios
es que todos los seres humanos nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la
Verdad, sin embargo la paradoja, es que sabemos que El no quiere que caminemos
por sendas del mal, nos pide con insistencia un cambio de actitud y no nos
detenemos para cambiar a un mejor camino. En otras palabras el mal se sucede
porque nosotros lo escogemos y por tanto causamos otros males en el mundo.
Con todo, Dios
obtiene el bien de cualquier mal y nos enseña cómo hacerlo, el inconveniente es
que a veces nos cegamos y vemos sólo la maldad y sus consecuencias sin hacer
nada por revertirla, todo ello por estar alejados de Dios.
¿Y los malos, porque
no reciben su merecido? Esto no podemos asegurarlo, porque si el muere así, no
pasara a la eternidad y su vida se limitara a tiempo terrenal. Y Dios, es
justicia plena y Él sabe cuándo hará su juicio para que todo quede en orden. Es
decir, al final de los tiempos, nos dará a conocer su Sabiduría y su Justicia.
Dios nos asegura que
si somos hombres buenos y que si caminamos por el mundo haciendo y causando el
bien, conoceremos la felicidad por siempre. Y es esa nuestra esperanza y
nuestra motivación, pues llegará el día en la cual toda la humanidad conocerá
cómo Dios dispuso la historia de la salvación de los hombres, es decir la
historia de cada uno de nosotros para nuestro mayor bien, que tendrá como
recompensa la felicidad definitiva, preciosa y eterna en la presencia de Dios
en el Cielo.
Solo Dios sabe cuándo
se conocerá cómo los diferentes males y sufrimientos de las personas y del
mundo entero los vuelva para Su gloria y para nuestro bien eterno.
“Yo me acercaré a
vosotros para el juicio, y seré un testigo expeditivo contra los hechiceros y
contra los adúlteros, contra los que juran con mentira, contra los que oprimen
al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen agravio al
forastero sin ningún temor de mí, dice Yahvé Sebaot. (Malaquías 3, 5 (S Biblia
de Jerusalén))
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