viernes, 27 de septiembre de 2013

MALDAD EN EL MUNDO


 
 
MALDAD EN EL MUNDO


Esta es una pregunta que sin duda todos nos hemos hecho, ya que a diario sobresale la maldad que habita hoy en el mundo, y a todos nos afecta, pero antes de juzgar a Dios sobre porque lo permite, hay que conocer sus motivos:
El discípulo Santiago, indica que “Jehová es muy tierno en cariño, y misericordioso” (Santiago 5:11). Dios no es el culpable de la maldad ni puede serlo.
Santiago además escribió: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie” (Santiago 1:13).
El propio Santiago indica a continuación que el ser humano es, en parte, el culpable: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte” (Santiago 1:14, 15).
No obstante, el principal culpable es el Diablo, quien introdujo el mal en la Tierra. De ahí que Jesucristo lo llamara el “inicuo”, o maligno, y “el gobernante del mundo”, es decir, el gobernante de la sociedad humana injusta. En efecto, él incita a las personas a rechazar la guía divina, y la mayoría de ellas le obedecen (Mateo 6:13; Juan 14:30; 1 Juan 2:15-17).
Eclesiastés 9:11 revela otra fuente de dolor al indicar que todos estamos sujetos al “tiempo” y al “suceso imprevisto”.

Dios se propone acabar con la maldad y el sufrimiento, así como con sus verdaderos causantes (Proverbios 2:22). Pero eso no es todo: la Biblia nos revela el propósito de Jehová de “desbaratar las obras del Diablo” valiéndose de Jesucristo (1 Juan 3:8). Dios hará desaparecer el mundo de hoy —cimentado en la codicia, el odio y la corrupción— e incluso “limpiará toda lágrima de [los] ojos” de la gente, eliminando de este modo el sufrimiento (Revelación 21:4).

Jehová podría haber destruido a aquellos tres rebeldes —Satanás, Adán y Eva—, pues era indiscutiblemente más poderoso. Pero esa no habría sido la mejor solución, ya que Satanás no había cuestionado el poder de Dios, sino su derecho a gobernar. Además, el desafío del Diablo implicaba a todos los seres del universo a quienes Dios había dotado de libre albedrío. Todos ellos debían entender una verdad fundamental: hay que hacer buen uso del libre albedrío, sin exceder los límites físicos, morales y espirituales establecidos por Dios. De otra manera se sufrirán, inevitablemente, dolorosas consecuencias. Por poner un caso, si un hombre decide pasar por alto la ley de la gravedad y arrojarse desde el último piso de un rascacielos, es obvio que las consecuencias serán desastrosas (Gálatas 6:7, 8). Al actuar Dios como lo hizo, dio a todas las criaturas inteligentes una oportunidad muy beneficiosa: observar por ellas mismas lo perjudicial que es independizarse de él. Pero para ello tuvo que dejar pasar el tiempo.

Han pasado ya seis mil años desde que el Diablo cuestionó el derecho de Dios a gobernar. ¿Qué ha demostrado la historia? repasemos dos aspectos de la acusación del Diablo. Primero le aseguró a Eva: “No morirán” (Génesis 3:4). Al afirmar descaradamente que Adán y Eva no morirían si comían del fruto prohibido, Satanás estaba llamando mentiroso a Jehová. Era, desde luego, una acusación muy seria que minaba la confianza en Jehová, pues si él había mentido en este asunto, ¿qué le impedía volver a hacerlo? Ahora bien, ¿qué ha probado el paso del tiempo?

Adán y Eva quedaron condenados a sufrir la enfermedad, el dolor, la vejez y, por último, la muerte. En efecto, la Biblia señala que “los días de Adán [...] ascendieron a novecientos treinta años, y murió” (Génesis 3:19; 5:5). Todos sus descendientes hemos heredado la misma condena (Romanos 5:12). Por lo tanto, el paso del tiempo ha dejado claro que Satanás es un “mentiroso y el padre de la mentira”, y que Jehová es “el Dios de la verdad” (Juan 8:44; Salmo 31:5).

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